Compartir las tareas familiares, contribuye al desarrollo personal de los hij@s, favoreciendo áreas como la confianza en sí mismo/a, la responsabilidad, el respeto, la colaboración, etc.
Cuando les animamos a participar en las tareas familiares, les estamos educando en áreas tan importantes como educación emocional, educación en valores, educación para un medio ambiente sostenible; en definitiva, les estamos educando en derechos humanos.
Aprenden a manifestar, no sólo con palabras sino con hechos el respeto por los demás y por los bienes individuales y colectivos, Aprenden a esforzarse, y lo más importante, se dan cuenta de lo valiosos que son al valorarse su ayuda.
Beneficios educativos para los niños:
Fomentaremos la confianza en ellos mismos
Serán más responsables
Aprenderán a respetar a los demás
Aprenderán a respetar las posesiones
Desarrollarán la voluntad de trabajo
Mejorarán la confianza en sí mismos/as
Tendrán gratificantes sentimientos de utilidad
Les estaremos educando en igualdad
Beneficios para los padres:
La casa funciona mejor
Las relaciones familiares mejoran cualitativamente
Los padres disponen de más tiempo de ocio
Se evita el estrés por sobrecarga
Cuando hablamos de tareas familiares puede parecer que nos referimos exclusivamente a las tareas domésticas, pero hay otro tipo de tareas que siendo responsabilidad de los adultos, siempre podemos implicar a los más jóvenes en función de su edad. Por ejemplo la gestión de recursos familiares, organización y mantenimiento del hogar, cuidado de personas dependientes, etc.
Como hemos dicho cualquier tarea ha de ser adecuada a la edad del niño/a. A continuación veremos las etapas por las que pasan los niños en el proceso de colaboración en las tareas.
En la etapa de iniciación, que va de los 3 a los 5 años aproximadamente, se debe crear una actitud positiva hacia la colaboración, y la principal estrategia para conseguirlo es implicar a los más pequeños a través del juego, en tareas de autocuidado básicamente.
En la etapa de enseñanza (de los 6 a los 8 años), lo que se pretende es que aprendan cómo se hacen las tareas, y esto lo conseguiremos enseñandoles, no sólo a realizar la tarea, sino algunos truquillos que les ayuden a la vez que les diviertan.
De los 9 a los 11 años, entra en juego la etapa de consolidación del hábito, es decir, que los jóvenes realicen las tareas de forma regular, y para ello utilizaremos la estimulación.
Por último, la etapa de negociación (de los 12 a los 17 años). El objetivo de esta etapa es que colaboren de forma autónoma, aunque resulta un poco más difícil ya que a esta edad el nivel de colaboración suele bajar. Pero no hay que desanimarse y seguir estimulandoles y negociando con ellos, pues la constancia y la paciencia serán nuestras mejores aliadas para conseguir que nuestros hijos colaboren.